El progresismo dice buscar la igualdad entre los hombres.
En aquellos países donde se implantó el comunismo esto fue
logrado, aunque parcialmente. Por un lado, se constituyó una clase dirigente
dominante (los miembros del gobierno y del partido único) con privilegios tanto
económicos como sociales y por el otro una masa igualitaria, sumida en
la pobreza y sin libertades.
La Derecha no busca la igualdad entre los
hombres, busca que todos los hombres tengan la misma oportunidad de
desarrollarse en base a su mérito y esfuerzo.
La izquierda opone a estos argumentos el hecho de que
existen individuos que, por haber nacido en “cuna de oro”, tienen asegurado su futuro,
aunque no hagan ningún esfuerzo o mérito alguno.
Esto no es verdad. La historia nos demuestra que si los que
heredan una fortuna no se esfuerzan por mantenerla no tardan en perderla.
Por otra parte, en los países donde se privilegia el
esfuerzo y el mérito se dan incontables casos de self made men que
partiendo de hogares humildes progresaron y tuvieron, como diría un sociólogo, una
movilidad social ascendente.
Hasta antes del advenimiento de la democracia en 1983, la
Argentina permitía, mediante el estudio de una carrera o el emprendimiento de
un negocio, el progreso económico y la movilidad social, a condición de
esforzarse y perseverar.
Lamentablemente el avance de discursos de izquierda poco a
poco fue limando esa posibilidad, reemplazando la igualdad de oportunidades
por la igualdad a secas.
Por ejemplo, podemos comenzar por la educación, hubo un
ataque sistemático para reducir la calidad educativa. Con la excusa de la
igualdad y la no estigmatización, se fue eliminando poco a poco la importancia
del mérito en los alumnos, hasta llegar al extremo de la prohibición de repetir
de grado o el abandono de temas “difíciles” para evitar que los alumnos fracasen.
Resultado, hoy los adolescentes salen de la secundaria sin saber que es una
regla de tres simple o como comprender y resumir un texto leído.
Eso sí, son todos iguales en su ignorancia.
El caso de las universidades fue más dramático, aparecieron
durante el período kirchnerista facultades en muchos municipios, especialmente
en el conurbano bonaerense, que no eran mas que centros de adoctrinamiento.
En las facultades tradicionales como la UBA, la UNLP, la
UNC, etc., se abandonó la excelencia educativa, se eliminaron los exámenes de
ingreso y las limitaciones en la cantidad de “bochazos” para continuar con las
carreras. Resultado salen profesionales con un nivel mucho mas bajo que los que
egresaban hasta la década del 70 del pasado siglo.
En esa época los profesionales argentinos eran requeridos
en el exterior y muchos, entre los que me incluyo, pudimos aprovechar esa
oportunidad y desarrollarnos en una carrera internacional.
Hoy nuestros profesionales jóvenes, que emigran buscando un
futuro que la Argentina les niega, terminan aceptando cualquier trabajo para
sobrevivir, muy por debajo de lo que, en teoría, su capacitación les permitiría
aspirar.
En el ámbito de los negocios la situación fue similar, con
el agravante de que quienes pudieron desarrollar una empresa en la década del
70 poco a poco la fueron perdiendo a causa de la presión impositiva y laboral.
Hoy es prácticamente imposible desarrollar una actividad, sin caer en la ilegalidad
de la evasión impositiva (en defensa propia) o la contratación de personal en “negro”.
Eso también se lo debemos a las políticas de izquierda de “igualdad”,
lograron con los sindicatos que los trabajadores estén igualados en la falta de
empleo en blanco, mientras los sindicalistas se enriquecieron, emulando a las élites
de los países comunistas con dirigentes millonarios y obreros en la pobreza.
La presión impositiva esta originada en el desastre del
manejo del gasto público, dilapidado en políticas de asistencialismo demagógico
y aumento del empleo estatal para así asegurar un “conchabo a los militantes”,
a lo que debemos agregar los hechos de corrupción.
La “política de igualdad” de la izquierda nos a llevado a
que tengamos más del 50 % de pobreza y que 7 de cada 10 niños en el conurbano
no hagan las cuatro comidas al día.
Aunque también tenemos una clase política (todos, no solo
los K) que viven rodeados de privilegios.
Como decía George Orwell en su libro Rebelión en la Granja,
los animales somos todos iguales, pero algunos son más iguales que otros.
Jorge
Melchor Greco
El Foyel, Patagonia Argentina, 03.11.22