La sociedad argentina
padece un fenómeno que si lo analizamos con una perspectiva a nivel mundial, veremos
que llevado al extremo, siempre fue preludio de una guerra civil.
Esta situación se da
cuando la población se divide en dos, con polos bien marcados, unos de un lado
y otros del otro. Eso sucedió durante la revolución francesa, la guerra de
secesión estadounidense, la caída de los zares en Rusia y la guerra civil
española, entre otros hechos históricos.
En nuestro caso a este
fenómeno heredado de la nefasta gestión kirchnerista la damos en llamar “la
grieta”.
Para analizarlo propongo
que tratemos de identificar a los componentes de cada lado de la misma.
En uno de ellos
encontramos a los grupos sociales siguientes:
Los empleados públicos: a estos nos hemos referido en el trabajo anterior,
donde tratamos el tema de los “trabajadores estatales” la mayoría agrupados en
ATE y la CTA, que defienden su “estabilidad” es decir que no los echen por mas
inútiles que sean y que se los siga manteniendo aunque no sirvan para nada. Las
entidades públicas, especialmente durante la última gestión, se transformaron en “aguantaderos de
militantes” y refugio de la desocupación disfrazada.
Los “piqueteros choriplaneros”: un invento de Néstor para poder usarlos como factores de
presión, compuesto por todos aquellos que cobran algún plan social. En su
mayoría responsables de los cortes de calles y disturbios en la vía pública, que
encarajinan la vida a los que trabajan. Están agrupados en organizaciones
mafiosas como “barrios de pie”, “corriente clasista y combativa”, “movimiento
evita”, y otros de la misma calaña. Consideran como un derecho adquirido que se
les entregue una “ayuda social” para que puedan seguir viviendo sin trabajar.
Los políticos K y otros
ideológicamente afines:
Provenientes de distintas vertientes, sindicales, partidos de izquierda, ex
guerrilleros de la década del 70, abogados laboralistas “caranchos”, activistas
de los “derechos humanos tuertos”, etc. Todos tienen una característica común
es el fanatismo y la obediencia ciega a las ordenes de “ella”.
Los militantes K: Formado por grupos de jóvenes en su mayoría,
fanatizados por el relato K, incapaces de tener una actitud crítica hacia sus
dirigentes y de preguntarse de dónde sacaron el dinero que les permitió amasar
sus tremendas fortunas, imposibles de justificar con sus ingresos legales. En
la mayoría de los casos su militancia es
rentada mediante algún puesto en el Estado o con alguna prebenda.
Los otros militantes de
izquierda: No se consideran a sí
mismos como kirchneristas aunque son funcionales a la estrategia
desestabilizadora K. Podríamos encuadrarlos entre los “progresistas con OSDE”, que se
caracterizan por una ideología basada en slogans y no en un análisis de la
realidad social, repiten como loros las consignas de turno y se aferran a
utopías que no funcionaron en ningún lugar del mundo.
El “periodismo militante”: Que bien podría llamarse “periodismo mercenario”
compuesto por aquellos cuya misión era la propaganda del régimen K, a cambio de
suculentos salarios y reconocimiento público, que difícilmente obtendrían en
condiciones normales de trabajo competitivo en los medios de comunicación.
Los jueces y fiscales
miembros de “justicia legitima”:
Responsables del estado desastroso en el que se encuentra el sistema judicial
argentino. Creadores de una contradicción en el derecho que es de que exista
una justicia con ideología, típica de los regímenes totalitarios. Son fáciles
de identificar simplemente analizando sus ingresos respecto a sus gastos. Son
en lo penal seguidores de la doctrina Zaffaroni centrada en la protección del
delincuente considerado un “producto de la injusticia social” al que en lugar
de castigarlo hay que ayudarlo. Estos personajes son responsables de las víctimas
de la inseguridad que mueren a diario por culpa de su necedad y corrupción.
Las organizaciones
defensoras de los derechos humanos:
Que solo se ocupan de los de la izquierda, para ellos esos derechos son
“tuertos”, defienden a los delincuentes pero no a las víctimas, a los
terroristas pero no a los que sufren por su accionar. En su mayoría están
sostenidos por ONG’s internacionales de las que no se sabe bien que países
están detrás.
Los artistas e
intelectuales K: Es un grupo de
mercenarios a los cuales se les retribuye con subsidios para que puedan
desarrollar su actividad que en condiciones de mercado sería imposible debido a
su escaso talento. A cambio tienen que integrar el aparato de propaganda K y
contribuir a la desestabilización del actual gobierno.
Los sindicalistas
millonarios: A este grupo no lo
podemos encuadrar exclusivamente como K, pero si los colocamos de este lado de
la grieta. Está compuesto por la mafia sindical que siempre presionó a los
gobiernos de turno y cuyos dirigentes se autodenominan caraduramente como
“trabajadores” aunque en la realidad sean empresarios multimillonarios. Son un
fenómeno típico de la Argentina muy difícil de encontrar en otros países,
incluso latinoamericanos. Son un producto del populismo local.
Los empresarios corruptos: Tampoco se los puede llamar K, son oportunistas, formaron
la antigua “patria contratista”, acostumbrados a hacer negocios espurios con la
obra pública, a dar coimas a funcionarios del estado, a evadir impuestos y a
mandar el producto de sus fechorías al exterior.
La
iglesia “franciscana”:
Corresponde a los representantes en la Argentina del “papa francisco” (con
minúscula ex profeso), defensores de los K (no olvidar el rosario que Pancho le
mandó a Milagros Salas) y de cómo le mueve la cola y les hace fiestas a
cualquier enviado de la yegua al vaticano. Hoy, por ejemplo, se ha reunido con
Evo Morales. La causa de la militancia K de su santidad será analizada en un
trabajo posterior.
Veamos a
continuación a quienes encontramos del otro lado de la “grieta”.
Los que trabajan en la
actividad privada: Que tienen que
seguir las reglas de juego que les impone un mercado laboral competitivo. Que
cuando pierden su empleo tienen que salir a buscar otro a su riesgo. Los que
tienen que sufrir los piquetes y la inseguridad. Los que viajan en transportes
deficientes y riesgosos por causa de la corrupción política y empresarial.
Los trabajadores estatales
útiles: Son los empleados de la
salud, de la educación y de las fuerzas armadas y de seguridad, que en su
mayoría cumplen con su deber, aunque los años de corrupción K también afectaron
a sus estructuras de mando. Es necesario hacer una limpieza profunda en ellas,
para que el resto pueda desarrollar su actividad con la justa remuneración que
merecen.
Los políticos de vocación
patriótica: Que no buscan llegar al
poder para enriquecerse sino en una misión del servicio al país, que pretenden
quedar en la historia no como corruptos sino como quienes hicieron algo trascendental
por sus connacionales.
Los ciudadanos honestos: Que creen en el progreso mediante el esfuerzo con el
trabajo y el estudio, que no aceptarían nunca una dadiva del estado. Que tienen
el orgullo heredado de sus mayores de no “pedirle nada a nadie”, de salir
adelante por sus propios medios. La materia prima fundamental para construir un
país de verdad.
Los periodistas
independientes: Que no están a
sueldo del gobierno de turno o de la política marketinera. Que tienen una
actitud crítica y responsable frente a los hechos, que informan y no que hacen
propaganda partidaria.
Los empresarios de verdad: Que invierten su capital a su riesgo, que generan
trabajo genuino y riqueza. Que no viven del Estado ni de la obra pública. Que
no le tienen miedo a la competencia. Ni a los desafíos de un entorno en
evolución.
Los artistas e
intelectuales independientes: Que
ponen su talento al servicio de su público y que no son meros agentes de
propaganda política. Que contribuyen a la cultura del país, a enriquecer el
intelecto de sus compatriotas con su arte y vocación.
Los miembros sanos de la
justicia: Que la consideran
realmente como un poder independiente, cuya única referencia es la Ley, que no
aceptan presiones del gobernante de turno. Que viven de su salario y que jamás
aceptarían una coima para torcer sus decisiones.
Ahora bien, clarificada la visión de quienes componen
ambos extremos no podemos dejar de preguntarnos:
¿Hasta cuándo puede durar una sociedad donde un lado de
la grieta no trabaja y vive del esfuerzo de los que están del otro lado?
La carga impositiva argentina
está entre las más altas del mundo y los que pagamos impuestos además tenemos
que padecer la inflación y pagar de nuestro bolsillo los servicios que el
estado debiera darnos y no lo hace, como la seguridad privada, transformar
nuestras viviendas en fortalezas a nuestro costo, contratar medicina prepaga,
mandar a nuestros hijos a escuelas privadas, etc.
Es evidente que los
recursos que se les saca a los que estamos de un lado de la grieta se tienen que destinar a mantener a los que
están del otro.
Yo sé que no es fácil,
pero para solucionar un problema lo primero que hay que hacer es plantearlo
claramente.
Siempre estará la espada
de Damocles del conflicto social y el
fantasma del helicóptero sobre el
gobierno que quiera atacarlo, pero no hay alternativa.
Si no seremos Venezuela.
El Foyel, 15.12.12
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